El jardín de Michele

Mi suegra escuchó voces desde el antejardín de la casa. Suceso extraño a las 23 horas de un sábado de diciembre, más en Punta Arenas. Sin embargo, se tranquilizó al vernos a través de la ventana conversar con una mujer que tocaba una planta y nos decía algo… en inglés. Escena, sin duda, para ella (mi suegra), muy, muy rara.

Todo había comenzado tres días antes (el miércoles 6), cuando recibimos un mensaje por WhatsApp preguntando si había disponibilidad para un free tour (con Lily -mi esposa- nos aventurarnos este verano 2023-24 en esta idea de “negocio”). Escribía James, reservando dos cupos para esa tarde. Para él y Michele. Acordamos a las 19:15. Los esperamos a esa hora y tras unos minutos, al ver que no aparecían, nos fuimos. Volvió a contactarnos excusándose: habían llegado tarde. Preguntó si era posible reagendar para el viernes 8 a las 11 de la mañana, lo que acordamos.

Esta vez James y Michelle estaban cinco minutos antes esperándonos sentados cómodamente en una banca en la vereda disfrutando la hermosa mañana de sol que los cobijaba (“We are definitely on time today. Ready and excited waiting out the front”, me escribía él antes de nuestro arribo). Tras saludarlos, entramos a la tienda (Vieja Patagonia) para la introducción inicial al tour antes de caminar por el centro histórico de Punta Arenas. Ahí nos contaron eran de Australia (del sur, cerca de Melbourne), madre e hijo.

En esta conversación inicial noté una química especial entre Lily y Michele; de esas conexiones que de cuando en cuando unen mundos e historias, así, de una, como un toque de la vida. La dinámica del tour: yo relatando parte de la historia de Punta Arenas y Lily comunicando en inglés lo dicho. En la Plaza de Armas Michele dio señales de lo que vendría: le llamó la atención la “lluvia de oro”, árboles que cubren algunos sectores de la plaza. “Oh, yes. Golden rain!”, exclamó con seguridad.

Camino de regreso a la tienda, seguí notando esa complicidad entre ambas en un diálogo floreciente de palabras clave como “garden”, “trees”, “flowers” y con Michele mostrando fotos en su teléfono, las que Lily miraba atentamente. Dentro de la tienda, tras finalizar el tour, siguió la animada conversación entre ellas, mientras con James compartimos algunos poemas escritos (Este es un estracto de uno suyo, “Bring it Home”: It’s easy to be / It’s easy to be / A traveler / When you’re on the road / It’s easy to be / Festive / When you’re at a festival / It’s easy to be / Growing / When you’re at the feet / Of your guru / It’s easy / To be / But the magic / Wasn’t / To be found / In the hills and valleys / You explored / The magic / Wasn’t / The party itself / Or the music / Or the drugs / The learning / Didn’t actually / Come from the teacher / It was you”). James dirige una compañía de teatro montando obras para colegios en Melbourne.

La despedida al terminal el tour fue larga, hasta que Michele propuso que esa noche nos juntáramos a tomar algo. Le dijimos que ya teníamos un compromiso ese día, pero que podía ser al día siguiente (sábado). Quedamos en reunirnos a las 21 horas en el Hotel Cabo de Hornos (nos gusta mucho su restaurante: un lugar lindo, con buena atención y comida, y sin mucho ruido, algo que se agradece cuando se trata de conversar).

Michele entró al hotel con una gran sonrisa y de inmediato se sentó junto a Lily. Nuevamente la conversación fluyó como el agua de un río, hacia su destino natural. Así supimos que Michele es experta en jardinería; incluso durante muchos años tuvo un programa radial sobre la especialidad. Fotos de los bellos jardines de su casa -en un terreno de varios acres con laguna-, nombres de plantas, consejos de poda y diseños de jardín animaron la velada.

Pasadas las 22 horas apareció James. Venía de recibir a un grupo de turistas que regresaba de la Antártica (Michele y su familia tienen una agencia de viajes). Cansado, prefirió no sumarse a una idea de Lily, la que, por el contrario, Michele aceptó entusiasmada: un recorrido en auto viendo jardines (ambas adelante y yo atrás, de modo que entre ellas continuó la complicidad).

A los minutos, ya estábamos en el “tour”, deteniéndonos en las afueras de algunas casas para observar sus jardines. Incluso en ciertos lugares Michele descendió del auto para fotografiar algo que le llamó especialmente la atención. Antes de culminar el recorrido, la invitamos a ver nuestro antejardín para que nos diera unos “tips” y así embellecerlo. En eso estaba cuando la vio mi suegra.

Michele regresó a Australia a los pocos días de nuestro encuentro. Lily sigue en contacto con ella hablando, of course, de jardines. Michele enviándoles fotos de los trabajos en el suyo (inmensamente, inmensamente más grande que el nuestro) y Lily, algunas de lo que hemos hecho en el nuestro siguiendo sus consejos. “You have done a great job”, le respondió en su último mensaje.

Gracias, Michele. Nuestro jardín es también tuyo.

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